09 Ene El desenlace de ‘no les regales más juguetes, por favor’
Antes de las Navidades compartí un post educativo contigo que estás ahí y me lees semana a semana o contigo que me lees de vez en cuando o incluso con aquellos que me acababan de conocer, en el que os planteaba lo importante que es para la felicidad de un niño que haya sentido común en la cantidad y el tipo de regalos que reciben por Navidades.
Aquel post lo basaba en lo dañino de la “sobre-regalización” y cómo afecta a los pequeños: descuidar y dejar de valorar lo que tienen, la anestesia emocional, la sobreestimulación y la pérdida de algunos valores.
Y aquel post lo terminaba diciendo…
“Ojala que alguna de esas personas con las que cada Navidad tengo que discutir, leyesen este artículo y entendiesen que no es que sea solo una “RARA” sino que hay algo detrás mucho más potente con lo que no quiero que jueguen: “la ilusión de un niño”.
Pues bien me encantaría decirte que el reto está superado y conseguido. Me encantaría decirte que leyeron el post y les sirvió para reflexionar y darse cuenta de que no es un capricho mío sino una idea basada en la propia realidad, pero no, lo siento, tengo que decirte que algunas personas hicieron caso omiso a una petición respetuosa y con motivos de peso.
Te resumo mínimamente…Pedimos en un lugar que si compraban “ese regalo” grande, vistoso, etc. que tan solo lo acompañaran de algún pequeño detalle más simple y útil para los pequeños, pero lo que nos encontramos fue todo lo contrario: una habitación con el paquete grande más otros 14 paquetes y con unos adultos completamente empeñados en que había que abrirlo todo. Te digo más, ante nuestra negativa como padres, vimos a personas tremendamente enfadadas y te diría que agresivas abriéndoles los regalos a los pequeños. En medio de ese alboroto ves a un pequeño de dos años y medio, repitiendo esas palabras que tantas veces le he dicho cuando actúa con malos modos…¡Calma, calma, calma!
Este tipo de escena, me da una pena increíble por muchos motivos. No sé tú, pero yo llego a distintas conclusiones:
– El adulto no regala pensando realmente en el niño sino en sí mismo. Estos adultos en ningún momento se han planteado de verdad qué necesitan los pequeños, ni cómo lo quieren, ni qué les puede ser útil sino que necesitan comprar el objeto más grande y más caro para cubrir sus propios huecos y ser “el que ha hecho el regalo más grande”.
– Si mirasen con atención se darían cuenta de lo estúpido que es actuar de este modo. Después de abrir los 14 paquetes, los niños se acercan a una de las personas y le dicen: “me cuentas el cuento de Caperucita Roja”. Y allí estaban sentados en la mecedora esperando que les contasen el cuento mientras los cien objetos esparcidos por el comedor, les miraban atónitos.
– Alguno de los adultos nos increparon diciendo que si no nos queremos gastar el dinero en los niños no es su problema porque él/ella se lo puede gastar en lo que le dé la gana con los pequeños. Qué error pensar que esta decisión nuestra es una cuestión de dinero, ni mucho menos. Por uno de estos pequeños invierto lo que sea en su comida, en sus experiencias, en que viajemos, en que disfrute o incluso trabajo menos si es necesario para regalarle mi tiempo. Esto no es una cuestión de ser “agarrao” con los niños.
– Alguien dice que “no tiene por qué cumplir órdenes”…¡Qué error pensar de este modo! Esto no es una cuestión de dar órdenes sino una petición justificada. ¿Tan difícil es respetar la voluntad de otras personas? Seguro que no soy una madre perfecta y cometo errores. Seguro que a veces tomo malas decisiones, pero creo que tengo el derecho a equivocarme y a decidir cómo quiero educar a mis hijos.
– Posiblemente tenga que pensar en decisiones más inteligentes si no quiero optar por opciones más bruscas: el año que viene diré que les regalen lo que les dé la gana, sin límites y con ese enorme excedente aprenderán a compartir y a ser generosos. ¿Cómo? Pues de momento se me ocurre que Melchor, Gaspar y Baltasar les escribirán una carta diciendo…
“Hola pequeños, este año hemos tenido más trabajo que nunca porque hay miles y miles de niños en el mundo. La verdad es que en una sola noche no nos va a dar tiempo para llegar a todos los pueblos del mundo por lo que si os parece bien dejaremos unos cuantos paquetes en la casa XX para que vosotros mismos nos ayudéis a repartirlos.
Muchas, muchas gracias.
Firmado: Melchor, Gaspar y Baltasar
Con esta carta y los juguetes que sobrepasen la cantidad óptima de disfrute, buscaremos algún proyecto, centro, etc. que necesite estos juguetes y así los compartiremos. Posiblemente sea una bonita oportunidad para aprender nuevos valores.
Angélica Sánchez
Posted at 14:41h, 21 febreroAmé este artículo. Qué lástima lo de tu familia. A veces no nos entienden, pero por lo menos podrían respetar. Los niños les dieron una lección.