25 Oct ¿Cuál es el retorno de ‘educar’?
¿Cuál es el retorno de ‘educar’?
Creo que he tenido la suerte en esta vida de ser la mayor de mis primos tanto por parte de padre como por parte de madre. Por un lado somos 16 y por el otro lado 5. El hecho de ser la mayor me ha colocado en la posición de ver muchas formas de educar, formar, enseñar y aprender. He visto de mis tíos todo aquello que me gustaría saber hacer igual y aquello que me gustaría hacer diferente. Pero lo mejor de todo es que he tenido la oportunidad de participar de algún modo en el proceso de desarrollo de algunos de ellos.
Tengo un par de primos con los que me quito unos cuantos años. Cuando todavía eran niños tuvimos la oportunidad de compartir mucho tiempo juntos. No me refiero solo al tiempo de eventos en “gran familia” sino a micro-momentos con cada uno de ellos en los que compartí grandes conversaciones (o al menos así lo sentía yo…).
Realmente fueron muchas horas invertidas hablando de amistades, de por qué no iniciarse en el mundo de las drogas y a su vez no quedarse aislado de sus amigos, conversaciones sobre los beneficios del deporte para la salud, para el desarrollo, para la autosuperación, conversaciones sobre el futuro o conversaciones tan simples como la sensación de subir en un monopatín. Estas conversaciones se producían cualquier día, sin más, en la playa, dando un paseo, comiendo en casa de nuestros abuelos, etc. Lo que las unía a todas ellas era mi intento de influir positivamente en sus vidas no solo en ese momento, sino sobretodo en el futuro que les esperaba.
Posiblemente con estas conversaciones que te he comentado, te sientas identificado ya sea como docente, como entrenador o incluso como padre que intenta educar a sus hijos. Y también es posible que te sientas identificado con la siguiente escena que te describiré.
Pues aquellos niños, mis primos, empezaron a crecer y se convirtieron en adolescentes. La situación de conversaciones prácticamente desapareció puesto que era mucho más interesante compartir tiempo con sus amigos que por ejemplo estar en una comida familiar. Cualquier excusa era útil para escaquearse de las mismas o desparecer antes del postre. Justo en ese punto, es donde se inicia un proceso bastante duro para el educador porque a la mente te vienen mil preguntas:
“¿Habrán servido para algo nuestras conversaciones? ¿Será que lo han olvidado todo? ¿No les apetece ya pasar tiempo conmigo? ¿Ya no me necesitan para nada? ¿Tantas horas de conversación para qué? Posiblemente ya nada vuelva a ser lo mismo, ahora que tienen a sus amigos posiblemente ya no quieran volver a hacer nada especial conmigo”.
¿Has sentido esto como educador alguna vez? Igual tienes la suerte de que viviste esas épocas sin sentir nada de esto, pero la mayor parte de educadores con los que me he cruzado, alguna vez lo han pensado. Y ahí está el verdadero reto: mantenerse a pesar de las dudas.
Cuando yo viví esta situación recuerdo haber decidido mantenerme cercana pero dejando que la distancia real la pusieran ellos: continué escuchando lo poco que compartían, continué diciéndoles que les quería, que me tenían para lo que necesitasen, continué respetando sus decisiones de cómo utilizaban su tiempo y con quién, les continué “mirando” desde el respeto y con el cariño que siempre nos había unido hicieran lo que hicieran, decidiesen lo que decidiesen.
Y esta es la situación que he vivido durante varios años hasta que un día…¡todo cobra sentido!
Recuerdo una llamada que me emocionó tremendamente: veo una llamada de uno de mis primos y me extrañé. Me extrañé porque creo que nunca antes me había llamado al móvil. Me apresuré a cogerlo y al otro lado sonaba su voz:
“- Tata, ¿puedes hablar?
– Sí claro (cómo no iba a poder hablar con alguien tan importante en mi vida).
– Es que te llamo porque he aprobado el carné de conducir, a la primera. Había personas de mi familia que decían que no lo aprobaría porque no estudio desde hace años, que ni de coña me lo sacaría, pero sí, lo he aprobado a la primera. Y me apetecía que fueses la primera en saberlo.
– Cuánto me alegro. Creo que es la mejor noticia que podían haberme dado hoy. Enhorabuena tete, y por fa, no corras”.
Acabó la conversación y corté mientras me ponía a llorar de alegría, de esa sensación tan espectacular que se siente cuando ves que sí valió la pena, que esa escucha, palabras y cariño a fondo perdido, acaban de dar sus frutos. Me llamaba porque yo no era de aquellas personas que no confiaban en él, sino todo lo contrario y él así lo sentía y quería que fuese la primera en saberlo y en sentirme orgullosa de él. Solo por esa sensación vale la pena confiar en que todo detalle en el mundo de la educación tiene su sentido.
No tires ni por un día la toalla, aguanta, resiste, lucha a ese nivel porque ese día en el que recibes la llamada sientes que TODO VALIÓ LA PENA.
Reme Egea
Maestra de Educación Física, Formadora en Habilidades Directivas y Gestión de Equipos, Psicóloga, Creadora del proyecto Train The Trainers, Conferenciante, consultora y socia de Proformación S.L.
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