26 May Aquel entrenador: un crack en crear motivación
¿Es difícil crear motivación? Os dejamos un ejemplo que demuestra que no. Fue uno de los últimos en acabar su prueba psicotécnica. Con aquello íbamos a saber si tenía las capacidades suficientes a nivel psicológico para conducir un vehículo industrial. En la empresa ocupaba el puesto de operario de producción.
Me entregó su prueba y con ello esa peligrosa pregunta desde la que se pueden desatar mil problemas, desafíos y retos…
– Oye Reme, me han dicho que eres psicóloga, ¿verdad?
– Eso dice mi título universitario- me sonreí, esperando la posible pregunta de si podía resolver alguno de sus problemas.
Pero me equivoqué. Después de esa pregunta volvió a la carga con otra:
– Y también eres maestra de educación Física, ¿verdad?
Con eso sí que me había dejado ya fuera de juego porque eso implicaba que se había estudiado mi Currículum. Y a partir de ahí, ya me contó su inquietud real:
– Es que resulta que después del trabajo entreno a fútbol a un grupo de niños y no sé si lo hago bien. Yo intento hacerlo lo mejor que puedo, me encanta entrenarles pero como nadie me dice nada, no sé si podría hacerlo mejor de lo que lo hago. A mí me gusta mejorar pero a veces no sé qué puedo cambiar, no sé dónde pueden estar mis errores ni cómo superarme cada día.
En ese momento sentí que había un interés genuino por ser mejor persona y profesional por lo que me lancé sin pensar demasiado lo que podía suponer en esfuerzo o tiempo:
– Ah! Okey. Pues si quieres me paso un tarde por uno de vuestros entrenamientos y así os veo en acción porque si no con lo que me cuentas no puedo sacar demasiadas conclusiones-respondí.
Y así fue. Una tarde de primavera me pasé por uno de sus entrenamientos y en tan solo dos horas vi la muestra de liderazgo más significativa que he visto en mi vida.
Yo llegué media hora antes y lo primero que me encontré fue con el entrenador y una carpeta. Una carpeta que me entregó llena de folios escritos a mano. ¿Sabes que contenían esos folios? ¿No?
Pues esos folios contenían la historia de cada niño. Un folio por niño: “Fulanito tiene 7 años. Es el mayor de tres hermanos. En el colegio va bastante mal con las matemáticas. Últimamente está bastante irascible. Puede que se comporte así porque sus padres están en un proceso de separación y la verdad es que no lo lleva demasiado bien. Una de las cosas que más le gusta del mundo son los huevos kínder…” y así una descripción detallada de cada niño. Este entrenador había estudiado a cada uno de sus alumnos con un detalle exquisito y con ello tenía información que le permitía acercarse a cada uno, crear unas condiciones perfectas desde las que aprender, disfrutar y sentirse motivado.
Pero no solo esto. El entrenador metía otra serie de variables con las que era imposible no sentirse tremendamente atraído por sus entrenamientos:
- Se había comprado un libro titulado “1000 ejercicios y juegos de fútbol base” y con ello se aseguraba que en todos y cada uno de sus entrenamientos incluiría un juego diferente, algo desconocido.
- Cada vez que les hablaba se ponía a su altura, para mirarles a los ojos. Bajaba sus piernas y cerca del suelo, a su lado, sin ser más que nadie les hablaba y les hacía aprender.
- Ponía límites muy claros: los niños sabían perfectamente dónde estaba el área de aprendizaje (dentro del campo) y el área de juego (fuera del campo). Cuando atravesaban la línea se quedaban ahí callados, mirándole, esperando las siguientes indicaciones.
- Era exigente con ellos: con los horarios, con las ganas, con la pasión con la que aprendían, etc. Pero al que más exigía era a sí mismo, sin ninguna duda.
- Aplaudía sus avances, les dedicaba palabras realmente motivantes. Les hacía conectar con los cambios, con la superación y cada error suponía el mejor paso hacia un nuevo aprendizaje.
- Era tal el trabajo, la pasión y las ganas de aprender del entrenador, que no solo había conseguido que los niños estuviesen fascinados con él. También tenía a un grupo que lo adoraba: los padres. Y posiblemente la mayor satisfacción que podría haber conseguido: la suya propia.
Con todos estos ingredientes que te acabo de enumerar (y muchos otros que me dejé en el tintero), ¿cómo no iban a estar motivados con estas condiciones tan exquisitas? Hasta ese día yo había leído cientos de libros de liderazgo, de trabajo en equipo y de motivación pero te aseguro que ninguno de esos libros fue capaz de hacerme sentir y entender realmente hasta donde podía llevar la motivación un entrenador de fútbol: ahí, en su aula, en ese lugar lleno de césped natural un tanto descuidado, bajo un cielo completamente azul y en medio de esas risas de niños.
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